lunes, 22 de noviembre de 2010

El buen "Manguito"


Si bien es cierto, son 444 los escalones que edifican a este lugar bien conocido como: “Las Peñas”. ¿Importante?, no lo sé, pero lo que sí, es que en este lugar, se aprecia una gama cultural bastante abarcadora… Y uno que otro negocio trucho que nunca está de más como buenos Guayacos.


Se me ocurren algunas ideas para calificar al bohemio lugar, aquí unas cuantas: “Las Peñas, un lugar para el disfrute cultural” (fofo), “Lo bohemio en su salsa” (más fofo), “¿Hippielandia?” (muy Chafo); no necesito ser una genio para darme cuenta de las ridiculeces que he descrito, pero me justifico en lo siguiente: Las Peñas no abarcan una especificidad, porque dentro de ella se vive un abanico de “esto y aquello”.
Dentro de todo lo que se podría describir del sitio, valdría destacar la fácil exposición de obras de arte por parte de la gente, siendo más concreta, se suele describir al lugar como una oportunidad de mostrar el arte a través de cualquier forma en la que se la requiera.

No creo que deba hacer hincapié en el número de bares, pobladores, o en alguna cifra que ayude en algo a sacar algún tipo de estadística; eso está bien para los periódicos que se encargan de recolectar información dura (A fin de cuentas, por eso los compran, ¿no?). Las Peñas deben contarse en forma de historia, porque lo que se suscita allí, es justamente eso, una historia.
Empecemos con la primera.

“¡Rebeca, no temas!”

Dejando a un lado las escalinatas y las lucecitas de colores que alumbran el lugar, también, en el mismo sector, se puede apreciar un notorio contraste entre lo regenerado y lo que se ha decido olvidar. Justo al lado izquierdo de las escalinatas, se pueden ver casas de cemento sin pintar, locales en mal estado, basura en las veredas y de más. Físicamente, podría decir que sería una buena foto para una postcard con destino a Miami Beach (Mostrando los dos sitios, claro).

Fuera de la vaga descripción del lugar, es preciso exponer el peligroso negocio de la venta de droga que tiene lugar en la parte no regenerada del sector, Las Peñas.


Ahora sí, voy al grano con la historia.


Belén había llegado un poco antes que yo, con ropa no tan llamativa y un atuendo sencillo; Rebeca llegó tiempo después, a diferencia de Belén y de mí, vino vestida con una blusa notoriamente fina y con un look tremendamente llamativo (not good). Decidimos empezar por la parte “hardcore” de nuestra reportería: “El negocio de la droga”.


Tal y como estaba planeado, fuimos al sitio y caminé hacia uno de los guardianes de carros, pues también son ellos los que se encargan de vender la droga en el lugar. Rebeca no dejaba de mencionar a las deidades y santidades habitadas en el cielo, y Belén no dejaba de sonreír nerviosamente con su celular/cámara en manos. En lo que a mi respecta, algo empezó a sucederle a mis rodillas, pues empezaron a acalambrarse a medida que caminaba hacia los “dealers” (vendedores de droga), en resumen, los nervios nos comían vivas.


Fui hacia el sujeto, me dijo lo siguiente:

Dealer: Ya mamita. ¿Cómo hablámo?

Pamela: Broder, ¿Qué tienes?

Dealer: Lo que usted quiera, mijita

Pamela: mmm Ya pues, de una, ¿Tienes Perica (coca)?

Dealer: Si mija, pero esa te va costar carete, esta a ocho dólar

Pamela: Puta broder, deja nomás, dame manguito (marihuana)

Dealer: Ya, ese le cuesta 2 dólar. Yo la vuelvo a llamar y viene a retirar la movida.

Luego del pacto de la venta, decidí acercarme hacia mis detectives NO tan privadas (tómese esta última palabra, como se la suele utilizar en ciertas zonas: Privarse = Atreverse), aunque, ciertamente, ninguna de las tres estaba “Privada” que digamos. Rebeca seguía rezando el Padre Nuestro y advirtiendo a Belén en incontables ocasiones, cómo manejar la cámara. Finalmente me llamaron a retirar el producto y al acercarme, recibí un tubo de papel blanco. Pagué los dos dólares y me retiré.


Una vez fuera del sitio, pudimos sentirnos relajadas al fin, ojo, sin necesitar consumir ninguna sustancia psicotrópica. Nos sentamos en el escalón 001 de las Peñas, y desenrollamos el producto.


No Belén, no es orégano.

Redactado por: Pamela León Andriuoli

Caleidoscopio


Llega el fin de semana, y todos estamos conectados al facebook, msn, twitter y demás páginas que se me escapan de las manos. Después de hacer la pregunta más existencial del mundo (“¿Qué haces?”), empieza nuestro martirio; la respuesta es inmediata: “Nada, ¿tú?” (como si hacer “nada”, fuera posible). Es Viernes por la tarde/noche, y lo que generalmente recibo es una invitación a Las Peñas (vía msn – facebook – twitter ). Hasta el momento en que pongo el pie en la Metrovía, no tengo ni la menor idea, de qué demonios es lo que iré a hacer en las Peñas.

Llego. Me topo en el mismo lugar de siempre (escalón 010 – Entrada a Diva Nicotina). Si pudiera comparar a las Peñas con algún objeto, lo haría con un caleidoscopio. El caleidoscopio es una mezcla de formas y colores que resultan de tres espejos que forman un prisma triangular (por un segundo me sentí erudita en el tema, -por un segundo-). Adaptaré el concepto de este objeto a las Peñas:
Las Peñas: (sust. - adv). Lugar abierto en donde se mezclan distintos tipos de personas como rockstars, punkeros, bohemios, artistas, etc. (Formas/Prisma). Además de las personas que asisten al sitio, se percibe un ambiente relajado de infraestructura llamativa y versátil (Colores/Prisma).

En fin, Las Peñas es eso. Es estar parados en medio de la gente, esperando comer una manzana acaramelada; escuchar un estridente concierto de Diva Nicotina; hacer de chicos rudos por ir a comprar manguito o perica en la parte trasera de las Peñas; asistir a alguna exhibición de teatro en la calle (Normalmente se hace en la Plazoleta); Pasar del MAAC después de ver una buena película o presentación teatral e ir a la tiendita “El Túnel”; conversar por horas hasta darte cuenta que lo que estas hablando son puras pavadas por los litros de alcohol que te tomaste y que ni siquiera notaste (Peñas o no, generalmente, nadie los nota); o caminar por horas hasta toparte con la casa Neumane, para ver si hay alguna presentación de cortos. Todo un caleidoscopio. Casi lo olvidaba, recorrer los 444 escalones para confirmar que a medida que avanzas, existe una variedad de bares y karaokes, y que mientras tú subes, los gringos bajan con cara de asombro única e inigualable: “Estou es awesome!! Muy bonitou. Mi gusta Los Peñas”.

Requisitos para disfrutar una noche en las Peñas (Ponerse sistemáticos de vez en cuando no está de más):

  • Ser chiro no es un problema.
  • Algunos escritores se acercan a conversar, entonces, se debe tener disposición para hablar
  • Evitar asombrarse por la gente que ves y por la ropa que visten. (Mirar mal, puede traer inconvenientes)
  • Dejar de ser sedentarios, porque en las Peñas lo que menos se hace es quedarse parado
  • Tener siempre un plan B (¡¿Cómo demonios me regreso a casa?!)
Lamentablemente, los artesanos que exhiben sus productos en la plazoleta, vienen a finales de mes, por lo que fue imposible filmarlos, pero con ellos también contamos en las Peñas. Ellos son el color de la Plazoleta, por la variedad de tejidos y artesanías de las que disponen.
En mis brazos tengo 19 pulseras tejidas que he ido comprando con el tiempo, pero además de eso, se venden anillos, aretes, pipas, piercings, bolsos tejidos, cintillos de lana, pantalones artesanales y de más.
No sé si logré convencer a alguien en darse una vuelta por el “lugar bohemio”, pero yo tengo más de 444 razones para ir, al menos, un par de fines de semana (Claro, después de navegar en la red como dije al inicio).

Según Ebay, un caleidoscopio (de juguete) está entre los 30 y 50 dólares. Según los que frecuentan Las Peñas, para disfrutar del lugar se debe contar con cinco dólares como mínimo (es lo que generalmente cuestan los conciertos en Diva Nicotina) y 10 dólares como máximo. La pauta está dada, hagan sus decisiones.


Redactado por: Pamela León Andriuoli

Loco, nos vemos en el "TUNEL"!



Los pulmones se hinchan constantemente. El aire sopla como buscando pareja de baile en los cabellos. La gente se mueve como en una película en donde se quiere mostrar el ritmo acelerado del tiempo. Así es Guayaquil, así es la gente, así nos hemos vuelto con el paso del tiempo. Sin embargo, hay un lugar en donde todo puede tomar un paso más aliviado y lento. Las cervezas se alzan a la par y las conversaciones fluyen sin tan siquiera conocerse entre sí. 

El Túnel (o la tiendita), es la guarida - no tan secreta - de los jóvenes universitarios y lugareños de Las Peñas.
Raúl Chiriboga es quien atiende el lugar. Trabaja en este sitio desde el 2001. Los jóvenes lo ubican como el bacán del grupo y lo invitan en más de una ocasión a tomarse un par de cervezas. Don Raúl permite que las paredes de su local se revistan de volantes que llaman a exhibiciones de arte o presentaciones de teatro, cine y música.

Sin embargo no todo es como la brocha lo pinta. En tres ocasiones la M.I. Municipalidad de Guayaquil, ha clausurado el lugar por vender bebidas alcohólicas, aclarando que la tiendita, por ser “Tienda”, no puede vender licor, pues sólo está permitido para los bares de la zona. Las ganancias bajaron notoriamente y Don Raúl no pretende abandonar su tiendita, aparte de ser lo único que le queda, la considera como su pase gratis de contacto con sus jóvenes bohemios.


Ya veremos a Don Raúl con su alargada y ojerosa cara vendiéndonos un par de snacks, y aunque la pena lo inunde, nada lo satisface más que escuchar de sus eternos clientes, el sonido de las guitarras a la entrada de su local.

Redactado por: Pamela León Andriuoli

lunes, 15 de noviembre de 2010

Abanico